-Yo pensé que con el regalo que te di, estarías feliz.
-Pero yo esperaba que me llevaras a cenar. Tú deberías saberlo.
Escenas como estas ocurren a diario en una relación de pareja. Queremos que el cónyuge actúe de cierta manera y haga las cosas en la forma que nosotros esperamos. Decimos frases que imprimen nuestro criterio sobre lo que el otro debería hacer o decir: “Porqué dijiste eso…”, “Y cómo no pensaste en…”, “Lo hubieras hecho así...”, “No me haces caso”.
Cuando tenemos la expectativa de que suceda algo que estamos esperando que el otro realice y no lo hace, viene la desilusión, la frustración y hasta el resentimiento. Estos sentimientos no son producto de lo que hace o deja de hacer mi cónyuge, sino de lo que yo espero de él.
La realidad es que mi pareja no es igual a mi, no piensa lo mismo que yo, no ve las cosas de la misma manera que yo, ni sus expectativas son iguales a las mías. Estamos casados con una persona que ve la vida de una forma diferente, que piensa y actúa de acuerdo con su educación, su formación y personalidad; que puede cambiar de parecer de acuerdo con factores tales como: temperamento, estado de ánimo, problemas laborales o de salud, dificultades adversas.
La verdad es que cuando imponemos nuestras expectativas personales y demandamos que las cosas sucedan como queremos, estamos siendo orgullosos y egoístas.
Las expectativas no son malas, lo malo es esperar que el cónyuge adivine y haga todo lo que esperamos y sentimos.
Expectativas reales ¿Cómo lograrlas?
Inicien un proceso de conocimiento permanente, comuniquen sus pensamientos y sentimientos, para que sus expectativas sean satisfechas.
Trabajen juntos para lograr todas las metas que se han propuesto; esto requiere tiempo, dedicación y compromiso mutuo.
Cuando sienta que su esposo o esposa lo decepcionó, no se deje engañar por su percepción de las cosas, no haga interpretaciones distorsionadas, indague sobre el asunto y atienda las explicaciones, para que no haga juicios sin conocer las razones por las que su cónyuge haya actuado de una manera diferente.
“Dejen de hablar con tanto orgullo y altivez; ¡no profieran palabras soberbias! El Señor es un Dios que todo lo sabe, y él es quien juzga las acciones” 1 Samuel 2:3
REFLEXION:
Pida a Dios que le ayude a ponerse en el lugar del otro, a tratarlo con gentileza, a no criticar y juzgar sus acciones, para que así sea incrementada la armonía en el hogar.
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