Durante una charla en mi iglesia sobre la pureza sexual, le comenté a los padres que si ellos permiten que sus hijos tengan acceso a la Internet en la intimidad de sus habitaciones, sería igual que comprarles miles de revistas pornográficas y guardarlas en los armarios de sus hijos para luego decir: "Jamás mires ahí". Es básicamente lo mismo.
Después de este mensaje, una madre y sincera cristiana se acercó a mí. Ella se sentía ofendida por mi advertencia a los padres de no permitir que sus hijos tengan acceso sin control o restricciones al Internet. "No puedo creer que haya dicho eso", comenzó. "Mi hijo tiene acceso a la Internet en su habitación, y ¡confío en él! Es un buen chico".
Yo le dije: "Yo fui un chico de séptimo grado. Te voy a decir ahora mismo, tú crees que estás honrando a tu hijo confiando en él, pero lo estás preparando para una caída. Le puedes entregar un arma de fuego, y es probable que su vida resulte mejor que si lo entregaras a la Internet así".
Si esto te parece una exageración, simplemente no entiendes los efectos devastadores de la pornografía. A pesar de que sería irresponsable simplemente entregar un arma de fuego a tu hijo, muchos niños no la tocarían por miedo a hacerse daño a sí mismos o a otros. Pero la gran mayoría de los que tienen acceso a la pornografía la va a ver, y muchos de ellos se convertirán en adictos, arruinando sus vidas y en muchos casos arruinando sus futuros matrimonios.
En mi propia iglesia grande, estoy seguro de que, por desgracia, cientos de hombres comenzaron sus adicciones a la pornografía cuando estaban en la escuela secundaria o bachillerato y nunca se han liberado. Las consecuencias son trágicas. Y en muchos casos, los padres “amorosos” que "confiaron" en sus hijos adolescentes terminaron exponiéndolos a tentaciones que han devastado sus vidas y sus familias.
El acceso a imágenes explícitas es más fácil que nunca. Solía ser que para adquirir revistas o videos pornográficos, uno tenía que comprar o alquilarlas. Pero ahora, con sólo unas pocas pulsaciones de teclas o moviendo un dedo en un ordenador, portátil o teléfono celular, cualquier persona tiene acceso instantáneo a miles de imágenes y vídeos pornográficos.
Numerosos estudios han demostrado que la mayoría de los hombres que profesan ser cristianos miran imágenes pornográficas cada semana. Innumerables creyentes son esclavos de esta conducta pecaminosa y muchos se sienten sin esperanza de poder superarla. Estamos en una enorme batalla de tiempo y necesitamos una estrategia para vencer esta área de la tentación sexual. Esta es una batalla espiritual (Efesios 6:12), pero como hijos de Dios, estamos equipados para ganarla (1 Corintios 10:13).
La Escritura dice que Satanás anda como león rugiente, buscando a quién devorar. Él nos quiere en la esclavitud, Cristo nos quiere libres para vivir en obediencia. La desobediencia es contagiosa, pero también lo es la obediencia. Cuanto más lo hagamos, más se convierte en el patrón de nuestras vidas.
Debemos recurrir a los recursos que Cristo nos ha otorgado, y depender de Él, mientras tomamos decisiones para eliminar la tentación. Si el acceso a Internet, incluso en un teléfono celular, es una fuente de la tentación, entonces tenemos que cortarlo. El acceso a la Internet no es un mandato bíblico. Para una persona que visita sitios pornográficos, tenerlos a un clic de distancia es totalmente absurdo. Es como tener revistas explícitas en nuestras estanterías, esperando a que nos acerquemos a ellas en un momento de debilidad. Si la pureza es opcional, nunca la experimentaremos.
En estos momentos, en los momentos de fuerza, tenemos que tomar decisiones que nos servirán bien en momentos de debilidad. Si no cortamos radicalmente las fuentes de las tentaciones que nos persiguen, entonces sólo estamos jugando, sin intención de obedecer a Cristo. (Es cierto que algunas de estas tentaciones sólo se pueden cortar si nos convertimos en ermitaños, pero muchas sí se pueden evitar.)
Podemos tomar medidas decisivas, como eliminar cualquier cosa en nuestros hogares y lugares de trabajo que nos llevan al pecado—eso incluye libros, revistas, fotos, carteles, películas, televisión y acceso a la Internet. No podemos esperar que Dios llame a la compañía de cable y corte nuestro servicio para evitar la tentación. Ese es nuestro trabajo.
La Escritura dice "Huid de la fornicación" (1 Corintios 6:18). Esta no es una sugerencia, es una orden. Si la desobedecemos, arriesgamos nuestra propia destrucción. Nosotros no sólo tenemos que caminar lejos de la tentación, tenemos que dar la vuelta y huir de ella. Sería buena idea escribir el siguiente versículo y ponerlo en un lugar visible: "Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; Avívame en tu camino" (Salmo 119:37).
Le recomiendo a aquellos que luchan con la pornografía que se involucren en un grupo de recuperación para que puedan rendir cuentas. Además, hay muchos libros y recursos de calidad sobre la lucha contra la inmoralidad sexual, y específicamente la pornografía (véase la lista de recursos recomendados al final de este folleto).
Dios está listo y dispuesto a hacer una obra de gracia y liquidar nuestra ceguera y los viejos hábitos y patrones que nos esclavizan. Él quiere lo mejor para nosotros; el demonio quiere lo peor. Vamos a elegir lo mejor: la vida, no la muerte (Deuteronomio 30:19). A través del poder de Su Espíritu, lo podemos hacer.
Debemos darnos cuenta de que es posible controlar nuestra conducta y decisiones, sin importar cuán vil o persistentes son las tentaciones. Conozco a muchos hombres que se enfrentan a la tentación a la pornografía, pero consistentemente resisten los pensamientos y acciones.
La existencia de un deseo no justifica ni hace necesario sucumbir a ese deseo. Vivimos en una sociedad hedonista que nos dice que los deseos son para ser cumplidos. Sin embargo, todos los deseos no se tienen que cumplir, y de hecho, en muchos casos, no se deben cumplir. No somos animales obligados a ciegas por el deseo. Somos seres humanos, creados a la imagen de Dios, con la capacidad de elegir. No somos víctimas. Cada acción es una elección. Todo pecado es una elección. Cada comportamiento correcto es una elección.
Si sentimos que nuestros deseos son tan fuertes que “tenemos” que mirar pornografía, debemos hacernos la siguiente pregunta, "¿Lo haría si alguien me apuntara con un arma en la cabeza y me amenazara con un disparo si lo hiciera?" Si la respuesta es no—y por supuesto lo es—demuestra que no tenemos que tomar esta decisión, mas simplemente queremos y elegimos hacerlo. (Una vez estemos en el cielo con Cristo, no habrá pecado ni más tentación. Hasta entonces, tenemos que enfrentarnos a las tentaciones, pero no tenemos que derrumbarnos ante ellas.)
Tenemos que resistir activamente y rehusarnos a ceder a los malos deseos y fantasías que se exigen de nosotros. "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría" (Colosenses 3:5). Esto no es imposible. Dios no es cruel. Él nunca nos manda a hacer algo sin darnos el poder de Cristo para obedecerlo. Podemos invocar a Cristo para recibir ese poder.
Es posible con el tiempo reorientar y cambiar nuestros corazones. Jesús dijo que el pecado sexual comienza en el corazón: "Yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (Mateo 5:27-28). Todo el mal reside y se cultiva en el corazón, y la conducta externa es el producto de este mal interior. Eso significa que necesitamos un trasplante de corazón, una reprogramación mental, un cambio en nuestro ser interior.
1 Pedro 1:13 dice que somos responsables de nuestra forma de pensar. Tenemos que hacernos cargo de nuestras mentes y concentrarlos en lo que está bien, no mal: "Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado". Romanos 12:2 dice: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento".
¿Cómo podemos renovar nuestras mentes? Llenándolas con lo que es correcto y verdadero, sobre todo la Palabra de Dios. El Salmo 119:11 dice: "En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti". Nota que este versículo dice que el pecado se evita no sólo por la restricción del cuerpo, pero también re-entrenando el corazón, de donde fluyen las acciones.
Las batallas que se pelean cada día en nuestras mentes y en nuestras pantallas de ordenador tienen su precio espiritual. Mediante el cultivo de nuestra vida interior, seremos más propensos a experimentar victorias diarias.
Podemos construir nuestra relación con Cristo mediante la oración, la lectura y meditación sobre la Palabra de Dios, la lectura de buenos libros, escuchando las Escrituras y otros libros por audio y enseñanzas sobre la Palabra de Dios. Tenemos que llenar nuestra vida con lo mejor, lo que glorifica a Dios. Entonces, cuando vemos cuán satisfactorio es, será más fácil resistir a las cosas que nos tientan y destruyen. "En tu presencia hay plenitud de gozo. Delicias a tu diestra para siempre"(Salmos 16:11).
Mientras eliminamos la basura, y la remplazamos con lo que honra a Dios, nos resultará más fácil obedecer Filipenses 4:8: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad".
Cuando elegimos alimentar nuestros deseos justos y matar de hambre a nuestros deseos perversos, por la gracia de Dios, terminamos programando nuestras vidas hacia lo justo. Empezamos a pensar y vivir como las nuevas criaturas que Dios nos ha hecho en Cristo. Podemos ser victoriosos en la guerra contra la pornografía.
Tomado de: Tentación sexual, Randy Alcorn
Tomado de: Tentación sexual, Randy Alcorn
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