Las responsabilidades de los padres para con sus hijos

De: Las Obras Prácticas de Baxter, Vol. 1, Un Libro Cristiano de Instrucciones,
acerca de Economía Cristiana, Cap. X, pp. 449-454


Parcialmente les he contado a ustedes antes de cuán grande es la importancia de la educación sabia y santa de los hijos para la salvación de sus almas, para el alivio de sus padres, para el bien de la iglesia y el estado, y para la felicidad del mundo; sin embargo ningún hombre es totalmente capaz de expresar esto bien. Y ningún corazón puede concebir cómo el mundo ha fallado en el abandono de esta responsabilidad y cuán grande es esta calamidad; pero aquellos que piensan en el estado en que se encuentran las naciones paganas, infieles e impías, y cuán escaso es el crecimiento de la verdadera piedad, y cuántos millones deben permanecer en el infierno para siempre, sabrán mucho más acerca de esta inhumana negligencia como para llegar a aborrecerla.

Directriz I. Entended y lamentaos del estado corrompido y miserable de vuestros hijos, el cual han derivado de ustedes y agradecidamente aceptad el ofrecimiento de un Salvador para ustedes mismos y para ellos, y entréguenlos y dedíquenlos absolutamente a Dios en Cristo en el pacto sagrado, y solemnizad esta dedicación y pacto por medio de su bautismo Y para este fin entended el mandamiento de Dios para que entren vuestros hijos solemnemente en pacto con Él, y las misericordias pactales que por tanto les pertenecen a ellos. Romanos 5:12,16-18; Efe 2:1,3; Génesis 17:4, 13, 14; Deuteronomio 29:10-12; Romanos 11:17, 20; Juan 3:3, 5; Mateo 19:13, 14.



Directriz II. Tan pronto como ellos sean capaces enseñádles en qué tipo de pacto han sido introducidos, y cuáles son los beneficios, y cuáles son las condiciones, para que sus almas puedan alegremente consentir a ello cuando lo entiendan; y vosotros podáis traerles seriamente a renovar su pacto con Dios en sus propias personas. Pero, la orden completa de enseñar tanto a sus hijos como a vuestros siervos, os la daré personalmente.

Directriz III. Entrenádles en exacta obediencia a vosotros mismos, y entrenad la voluntad de ellos. Para tal fin, no les toleres que se conduzcan de manera irreverente y contumaz para con vosotros; sino entrénales a que guarden su distancia. Pues demasiada familiaridad produce desdén y estimula a la desobediencia. El curso común de los padres es complacer a sus hijos por tanto tiempo, dejándoles tener lo que ansían y lo que quieren, hasta que sus voluntades están tan acostumbradas a ser satisfechas que no pueden soportar que nada se les niegue; de esta manera no pueden soportar tampoco el gobierno, debido a que no pueden soportar que nada se cruce con sus voluntades. Ser obedientes es renunciar a sus propias voluntades, y ser regidos por las voluntades de sus padres o gobernadores; por lo tanto, acostumbrarles a que hagan su propia voluntad es enseñarles desobediencia, y a endurecerles y acostumbrarles a la imposibilidad de obedecer. Enseñádles a menudo, en un contexto familiar y de manera amorosa acerca de la excelencia de la obediencia, de cómo esta complace a Dios y sobre la necesidad que ellos tienen de ser gobernados, y cuán incapaces son ellos para gobernarse a sí mismos, y cuán peligroso es para los niños el que establezcan su propia voluntad; habládles a menudo de la gran desgracia de la obstinación y la terquedad, y contádles acerca de otros que se están convirtiendo en niños obstinados y de voluntades endurecidas.

Directriz IV. Haz de ellos ni demasiado intrépidos para contigo, ni demasiado extraños o temerosos; y gobiérnales no como a siervos sino como a niños, haciendo que perciban que les amas profundamente y que todos tus mandamientos, restricciones y correcciones constantes son para su bienestar y no meramente por tu propio gusto personal. Deben ser regidos como criaturas racionales que se aman a sí mismos y a aquellos que les aman. Si ellos perciben que tú les amas profundamente te obedecerán con mayor disposición y será más fácil el que sean traídos a arrepentimiento por sus desobediencias, y también te obedecerán tanto en el corazón como en las acciones externas, detrás de tus espaldas y al frente de tu rostro. Y el amor de ellos hacia ti (que debe ser causado por tu amor hacia ellos) debe ser uno de los medios principales para traerles al amor de todo lo bueno que tú les encomiendas; y así, conformar sus voluntades sinceramente a la voluntad de Dios y hacerles santos. Pues, si eres demasiado extraño a ellos, y demasiado terrible, ellos solamente te temerán, y no te amarán mucho; y entonces no amarán los libros ni las prácticas que tú les recomiendas, sino que al igual que los hipócritas buscarán complacerte en tu cara, y no les importará lo que son en secreto y a tus espaldas. 

En verdad esto les tentará a aborrecer tu gobierno y todo aquel bien hacia el cual les persuades, y les harás como aves en una jaula que buscan la oportunidad de escapar y obtener su libertad. Ellos se deleitarán en la compañía de gente común y de niños holgazanes, porque tu terror y sentido de extrañeza les hicieron no deleitarse en lo que es tuyo. Y el temor les convertirá en mentirosos, en tanto que una mentira les parezca necesaria para obtener su escape. Los padres que muestran mucho amor a sus hijos pueden con seguridad mostrar severidad cuando ellos han cometido una falta. Pues entonces ellos verán que es solamente la falta de ellos la que te desagradó y no sus personas; y tu amor les reconcilia contigo cuando son corregidos; cuando los padres que son siempre como extraños y severos aplican una menor corrección - y no les muestran tierno amor a sus hijos - esto los alienará y no les hará ningún bien. Demasiada intrepidez y atrevimiento por parte de los niños les dirige, antes que te des cuenta, hacia el desprecio por los padres y hacia toda desobediencia; y demasiado temor y distanciamiento les priva de la mayoría de los beneficios de tu cuidado y gobierno: pero el tierno amor, con severidad solamente cuando hacen lo incorrecto, y esto a una distancia conveniente y reverente, es la única manera de hacerles el bien.

Directriz V. Trabaja mucho para poseer sus corazones con el temor de Dios, y una reverencia a las santas Escrituras; y luego, cualquier labor que les encomiendes, o cualquier pecado que les prohibas, muéstrales para ello algunos textos urgentes y claros de las Escrituras; y hazles que los aprendan y que los repitan a menudo; para que así puedan encontrar razón y autoridad divina en tus mandamientos; hasta que su obediencia comience a ser racional y divina, de lo contrario será formal e hipócrita. Es la conciencia la que debe vigilarles en lo privado, cuando tú no los mires; y la conciencia es el oficial de Dios y no nuestra; y no les dirá nada hasta que les hable en el nombre de Dios. Este es el camino para traer el corazón mismo a sujeción; y también para reconciliarles a todos tus mandamientos, cuando vean que son, primero, los mandamientos de Dios (de los cuales se derivan).

Directriz VI. En todas tus palabras acerca de Dios y de Cristo Jesús, y de las santas Escrituras, o de la vida por venir, o de cualquier aspecto santo, habla siempre con solemnidad, seriedad y reverencia, como de las cosas más grandes y reverentes de lo Sagrado: pues antes de que los niños lleguen a tener un entendimiento distintivo de puntos particulares, es un principio esperanzador tener sus corazones poseídos con una reverencia general y alta estima por las cosas santas; pues eso continuará asombrando a sus conciencias, y les ayudará en sus juicios, y les establecerá contra el prejuicio y el desprecio profanos, y será como una semilla de santidad en ellos. Pues el temor de Dios es el principio de la sabiduría (Salmo 111:10; Proverbios 9:10; 1.7). Y, la mera manera en que los padres hablen y se conduzcan, expresando gran reverencia por las cosas de Dios, tiene un gran poder para dejar una viva impresión en un niño: la mayoría de los hijos de padres piadosos que alguna vez vinieron a recibir el bien, estoy persuadido, pueden contarte acerca de esto por su experiencia, (si sus padres hicieron su trabajo en este punto) que el primer que bien que alguna vez sintieron sobre sus corazones, fue una reverencia por las cosas santas, lo cual les fue enseñado por la forma de hablar y de conducirse de sus padres.

Directriz VII. Hablad siempre delante de ellos con gran honor y alabanza de los hombres y ministerios santos, y con vergüenza y aversión de todo pecado y de los hombres impíos [2]. Pues esto también es una cosa que los niños recibirán rápida y fácilmente de sus padres. Antes de que puedan entender doctrinas particulares, ellos pueden aprender, en lo general, qué tipo de personas son los más felices o los más miserables, y son muy capaces de recibir ya sea una aprobación o desaprobación de esas cosas a partir del juicio de sus padres, quienes tienen una gran influencia en todo el seguimiento tanto del bien como del mal en sus vidas. Si tú les reflejas buenos y honorables pensamientos sobre aquellos que temen a Dios, ellos, aún mucho después, estarán inclinados a pensar lo mismo de ellos y a encontrar desagrado en aquellos que hablan el mal y a los que predican ese mismo mensaje y desear para sí mismos ser el tipo de Cristianos que vosotros alabáis; así que en este y en el punto subsiguiente es que las primeras sacudidas de la gracia son sentidas de manera ordinaria en los niños. Y, por el contrario, es una de las cosas más perniciosas para los niños cuando escuchan a sus padres hablar de manera despreciativa o superficial de las cosas y las personas santas y que de manera irreverente hablan sobre Dios, la Escritura, la vida por venir, y hablan con desprecio o con burla de los ministros o la gente piadosa, o que hacen bromas de las labores particulares de una vida religiosa: estos niños están propensos a recibir ese prejuicio y desprecio profano en sus corazones a una edad muy temprana, lo que puede cerrar con candado las puertas contra el amor de Dios y la santidad, y hacer de su salvación una obra de mucha mayor dificultad, y de mucha menor esperanza. Y por lo tanto digo que los padres malos son los más notables siervos del mal en todo el mundo, y los más encarnizados enemigos de las almas de sus hijos. Más almas son maldecidas por padres impíos (los más cercanos a ellos son los ministros y los magistrados impíos) que por cualquier otro instrumento además del mundo. 

Y de esta manera es que naciones enteras son extraviadas con enemistad contra los caminos de Dios; las naciones paganas contra el Dios verdadero, y las naciones infieles contra Cristo, y las naciones papistas contra la reforma y los adoradores espirituales: porque los padres hablan maldad a sus niños transfiriéndoles sus propios desagrados; y así les hacen ser poseedores de los mismos desagrados de generación en generación. "¡Ay de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" (Isaías 5:20).

Directriz VIII. Que sea la parte principal de tus cuidados y labor en todo lo que se refiere a la educación de ellos hacer que la santidad les parezca como el estado de la vida más necesario, honorable, que trae verdaderos beneficios, delicioso y amable; y hacerles notar que prescindir de la santidad es entrar en inutilidad, falta de honor, algo dañino o inconfortable. Especialmente dirígelos hacia el amor por la santidad representándola ante ellos como llena de amor. Y por lo tanto comienza con aquello que es más fácil y más gratificante para ellos (como la historia de la Escritura, y las vidas de los mártires, y de otros hombres piadosos y algunas lecciones familiares cortas). Pues al restringirles del pecado debes ir al más alto paso de primero, y no pensar traerles al punto más alto permitiéndoles comenzar por el punto más bajo; (pues cada peldaño capacita para más, y ningún peldaño será menos importante, y una reforma general es la más fácil además de absolutamente necesaria); sin embargo, al encargarles la práctica de hábitos religiosos debes irlos colocando por grados, y ponerles sobre ellos no más de lo que sean capaces de llevar; ya se trate del aprendizaje de doctrinas demasiado elevadas y espirituales para ellos, o cuando el énfasis se coloca en determinado hábito ya sea en su calidad o cantidad lo que puede ser una sobrecarga para ellos; pues si tú por una vez vuelves sus corazones contra la religión, y la haces parecer una especie de esclavitud o de vida tediosa para ellos, entonces has tomado el camino de endurecerlos en contra de ella. Por lo tanto no todos los niños deben ser dirigidos igual; así como todos los estómagos no deben ser forzados a comer lo mismo. Si fuerzas a algunos a tomar tanto que luego viene el empacho llegarán a aborrecer esa clase de carne por el resto de sus vidas. 

Sé que la naturaleza misma, en tanto que corrupta, ya tiene una enemistad con la santidad, y sé también que no por eso esta enemistad debe ser dejada a su antojo en los niños; pero también se que las malas representaciones de la religión, y una imprudente educación, es el camino para incrementarla y que la enemistad que mora en el corazón, será vencida por el cambio de la mente y por el amor, y no por la coerción que tiende a no reconciliar la mente por el amor. La total habilidad de los padres por la santa educación de sus hijos consiste en esto, a concebir la santidad como la vida más afable y deseable; lo cual es hecho al representarla delante de ellos en palabras y en práctica, no solamente como lo más necesario, sino también como lo de más provecho, honorable y delicioso. Proverbios 3:17, "Sus caminos son caminos deleitosos; todas sus veredas, paz".

Directriz IX. Habladle a menudo de la bajeza y pecaminosidad de la sensualidad que busca solamente satisfacer la carne, y de la excelencia mayor de los placeres de la mente que consisten en la sabiduría y en hacer el bien. Pues tu cuidado principal debe ser salvarles de la complacencia de la carne; la cual es no solamente en lo general la suma de cualquier iniquidad, sino tambien aquella que en especial los niños son proclives a caer. Pues su carne y sensaciones son tan rápidas como las de otros; y requieren no solamente la fe, sino también una razón clara para resistirla; y así (además de su inclinación natural) la costumbre de obedecer a los sentidos (para lo cual se requiere fortaleza) sin la razón (la cual, encontrándose en un estado de infancia es casi totalmente inútil) incrementa en mucho este pernicioso pecado. Por lo tanto continua laborando para imprimir en sus mentes un odioso concepto de la vida dedicada a complacer a la carne; háblales amargamente contra la glotonería, la borrachera y el exceso de deporte; y que escuchen con frecuencia - o que lean - la parábola del glotón y Lázaro en el capítulo 16 de Lucas; y que memoricen textos como Romanos 8:1, 5-9, 13; 13:13, 14, y que los repitan a menudo.

Directriz X. Para este fin, y también para la salud de sus cuerpos, mantén una vigilancia estricta sobre sus apetitos (el cual no son ellos capaces de guardar por sí mismos): guárdales en cuanto puedas sujetos a las reglas de la razón, tanto en lo relativo a la cantidad como a la calidad de sus alimentos. Sin embargo, díles la razón de tus restricciones, de lo contrario secretamente lucharán para quebrantar esas fronteras. La mayoría de los padres que he conocido, y que conocían de este punto, son culpables del gran dolor y peligro de la salud de sus hijos y del estado de sus almas, por complacerles y permitirles ser glotones con la carne y la leche. Si pudiera llamarles malvados y asesinos de sus propios hijos pensarían que hablé con demasiada agudeza, pero no les daría mayor ocasión para ello, pues lo son al destruir (en tanto que ellos sean los responsables) las almas y los cuerpos de sus hijos. Destruyen sus almas por acostumbrarlos a la glotonería, y a ser gobernados por sus apetitos; lo cual toda la enseñanza del mundo apenas logrará algo sin la gracia especial de Dios. ¿Qué es todo el vicio y la villanía del mundo sino la complacencia de los deseos de la carne? Y cuando están habituados a esto son enraizados en su pecado y miseria. También destruyen sus cuerpos al permitirles complacer sus apetitos con frutas crudas y otras cosas peligrosas; pero especialmente por inundar y abrumar la naturaleza con el exceso; y todo esto es por medio de esa ignorancia, unida al auto-engaño, que les hace que ellos mismos produzcan su propio derrume. Ellos piensan que su apetito es la medida de su comer y beber, y que si beben excepto cuando están sedientos (como algunos bebedores están de manera continua) y comen solo cuando están hambrientos entonces esto no es exceso; y porque no se encuentran enfermos actualmente, y no vomitan todo de nuevo, entonces piensan que lo que han comido o bebido no les daña, sino que les hace bien. 

Les advierto, les oirás decir lo que dice la gente demente, no les dañará comer y beber lo que han programado; más bien esto les hará fuertes y saludables; no miro que aquellos que se han sometido a dietas de manera estricta sean más saludables que otros. Mientras hacen todo esto están llenando de cargas lo que es natural y destruyendo la digestión, y viciando todos los humores (N.T. fluidos vitales) del cuerpo, y convirtiéndolos en un botadero de flemas y suciedades; que es el combustible que alimenta y aumenta la mayoría de todas las enfermedades que después les afectan cuando aún están vivos; y que usualmente les traen a un último fin (como lo he dicho con anterioridad, en la parte I, en las directrices contra la glotonería). Por lo tanto, si amas las almas y cuerpos de tus hijos, acostúmbrales a la temperancia desde la infancia, y no dejes que sus apetitos o deseos desenfrenados, sino tu propia razón, sea el árbitro y la medida de la dieta de ellos. Acostúmbrales a comer de manera reservada, de manera que moderadamente satisfagan su apetito. Asegúrate que sus dietas sean medidas por ti mismo, y no hagas que los sirvientes les den más, ni les permitas comer o beber entre comidas o fuera de momento; así les ayudarás a vencer sus inclinaciones sensuales y le darás a la razón el dominio de sus vidas; y harás, con la ayuda del Señor, tanto como puedas para ayudarles a atemperar saludablemente sus cuerpos, que será una gran bondad hacia ellos, y les capacitará para sus responsabilidades toda su vida.

Directriz XI. En cuanto a los deportes y la recreación, que sean de tal tipo, y en tal cantidad, como puedan ser necesarias para su salud y disfrute; pero no en exceso como para distraer sus mentes de las cosas mejores, y les alejen de sus libros y otras responsabilidades, ni a otras cosas que puedan tentarles hacia la apuesta o la codicia. Los niños deben practicar el deporte conveniente para la salud del cuerpo y la agilidad de la mente; de manera que el buen ejercicio les hace bien a sus cuerpos, y el poco ejercicio más bien les adormila. Las cartas y los dados, y otros deportes de ocio, son mayormente poco aptos y tienden a dañar tanto el cuerpo como la mente. El tiempo que dediquen a los deportes también ha de ser limitado, de manera que su juego no llegue a ser su trabajo; tan pronto como lleguen a tener uso de razón y del lenguaje entonces debiesen ser enseñados en cosas mejores, y no ser dejados a "hacer nada" hasta los cinco o seis años, pues obtienen el hábito de malgastar su tiempo en juegos. Los niños son capaces - aún en sus tempranas edades - de aprender algo que les pueda preparar para más.

Directriz XII. Usa toda tu sabiduría y diligencia para sacar de raíz el pecado del orgullo. Y para tal fin, no te complazcas (como es usual en algunos padres con poco entendimiento) en hacerles jovencitos demasiado "finos" y luego decirles y repetirles cuán "finos" y delicados ellos son; más bien encomienda la humildad y la sencillez y habla con desprecio del orgullo y de la fineza arrogante, para criar una aversión a estas cosas en sus mentes. Ayúdales a aprender aquellos textos de la Escritura que hablan de cómo Dios resiste al orgulloso, y de cómo ama y honra al humilde: cuando ellos vean a otros niños que están finísimamente vestidos habla con ellos acerca de esto y muéstales como esto puede más bien ser su vergüenza para que no deseen llegar a ser como ellos. Habla contra la presunción y cualquier otra forma de orgullo sobre las cuales son responsables: y sin embargo, dales el mérito por todo lo que esté bien, pues eso eso es, en verdad, su debido reconocimiento y estímulo.

Directriz XIII. Háblales con bastante desprecio de la gallardía, la pompa, las riquezas del mundo, del pecado del egoísmo y la codicia, y diligentemente mantente vigilante con respecto a estas cosas. y todas aquellas que puedan tentarles hacia ellas. Cuando ellos vean grandes casas, y la servidumbre, y la gallardía, diles que estas cosas son la carnada del enemigo, para atraer a los pobres pecadores a amar este mundo, de que pueden perder sus almas y el mundo por venir. Cuéntales de cuánto el cielo se encuentra por encima de todo esto; y que los amantes de este mundo nunca llegan allá, sino el humilde, el sencillo y el pobre de espíritu. Cuéntales acerca del rico glotón de Lucas 16, que se encontraba vestido de púrpura y de seda y disfrutaba de manjares cada día, pero que cuando llegó al infierno no pubo obtener una gota de agua para refrescar su lengua cuando Lázaro se encontraba en los goces del paraíso. No hagas como los malvados, que atraen a sus hijos hacia la mundanalidad y la codicia, al darles dinero y permitirles que jueguen y apuesten por dinero, prometiéndoles que esto les hará ricos o delicados, y hablando elevadamente de todos los que son ricos y grandes en el mundo; sino cuéntales de cuánto más feliz es un creyente sencillo, y desecha todo lo que pueda tentar sus mentes hacia la codicia. Cuéntales de cuán bueno es amar a sus hermanos como a ellos mismos, y dar parte de lo que ellos tienen, y alabarles por esto; y desaprobarles cuando tienen avidez por guardar y amontonar todo para sí mismos: y todo cuanto hagamos será demasiado poco para curar este pernicioso pecado. Enséñales textos como el Salmo 10:3, "Porque el malo se jacta del deseo de su alma, Bendice al codicioso, y desprecia a Jehová".

Directriz XIV. Vigila de manera cercana sus lenguas, especialmente contra el mentir, el poner trampas con el hablar, el lenguaje obceno, y el tomar el nombre de Dios en vano. Y perdónales faltas más livianas acerca de asuntos más comunes mucho más pronto en comparación con estos anteriores pecados contra Dios. Cuéntales de la odiosidad de todos estos pecados y enséñales textos de la Escritura que de manera expresa los condenan; y nunca los dejes pasar de manera superficial o hagas de esto algo liviano cuando los encuentres culpables de ellos.

Directriz XV. Manténles alejados tanto como se pueda de las compañías de mala fama, especialmente de compañeros impíos de juego. Es uno de los peligros más grandes para la ruina de los niños en el mundo; especialmente cuando son enviados a las escuelas comunes: pues apenas habrá alguna de estas escuelas que sea buena, pero sí hay muchos chicos rudos y enseñados para la ruina impía; estos harán del hablar profano y sucio, lo mismo que de su lenguaje obceno y tramposo un asunto de presunción; además del pelear, del juego con apuesta y del hablar burlesco, además del descuido por sus lecciones y estudios; y harán escarnio de aquel que no haga lo que ellos hacen, si es que no llegan a golpearlo y abusar de él. Y hay tal basura en la naturaleza buscando a qué pegarse, que hay muy pocos niños que cuando escuchan a otros tomar el nombre de Dios en vano, o cantar canciones insinuantes e impropias, o hablar palabras sucias, o llamarse los unos a los otros por nombres reprochables, rápidamente les imitan: y cuando has vigilado sobre ellos en el hogar tan de cerca como sea posible, te encuentras que han sido infectados en el exterior con tales vicios bestiales, de los cuales con mucha dificultad son curados posteriormente. Por lo tanto que aquellos que sean capaces, eduquen a sus hijos la mayor parte en casa, o en escuelas privadas y bien ordenadas; y aquellos que no puedan hacer esto, deben ser los más vigilantes sobre ellos, y encargárles que se asocien con los mejores; y habladles de la odiosidad de estas prácticas, y de la perversidad de aquellos que las usan; y hablad muy despreciativamente de tales niños impíos: y cuando todo haya sido hecho, es una gran misericordia de Dios, si ellos no han sido arruinados por la fuerza del contagio. Aquellos, por lo tanto que aventuran a sus hijos a ir a las escuelas más rudas y a las compañías peligrosas, y después de esto a Roma, o a otros países profanos o papistas, para aprender las modas y costumbres del mundo, pretendiendo que, de otra manera ellos serían ignorantes del curso del mundo, y mal enseñados, y no como otros de su rango, pueden pensar de sí mismos y de sus propios razonamientos como bien les parezca: por mi parte, preferiría hacer de mi hijo un limpiador de chimeneas, (si tuviera alguno) que ser culpable de hacer tanto para defraudarle o venderle al diablo.

Pregunta. ¿Pero, no es lícito para un hombre enviar a su hijo a viajar?
Respuesta: Sí, en estos casos.


1. En caso que él sea un Cristiano maduro y confirmado, esto es, que no esté en peligro de ser pervertido, sino capaz de resistir a los enemigos de la verdad, y de predicar el evangelio, o de hacer el bien a otros; y que además esté lo suficientemente preparado como para invitarle.  

2.O si él va en compañía de personas sabias y piadosas, y si tales son sus acompañantes, y la probabilidad de que lo que gane sea mayor de lo que pudiera ser su pérdida o peligro.

3.O si él va solamente a países religiosos, entre hombres más sabios y más aprendidos que con los que ha conversado en el hogar y que tenga suficientes motivos para su viaje.
Enviar personas jóvenes, inmaduras, sin experiencia entre personas papistas, profanas y licenciosas (aunque quizás alguna persona moderada esté en compañía de ellos) y esto sólo para ver los cálculos y modas del mundo, es una acción que debiese alamar a cualquier cristiano que conozca la depravación de la naturaleza humana, y la mutabilidad del jóven, sus cabezas aún no entrenadas, y la sutilidad de los engañadores, de lo contagioso que son el pecado y el error, y del valor de un alma, y no harán como hacen algunos conjuradores y brujos, aún vender un alma al diablo con la condición de poder ver y conocer las modas del mundo; de lo cual, ah! puedo saber lo suficiente como para apenar mi corazón, sin necesidad de viajar muy lejos para verlo. Si algún otro país tiene más de Cristo y estuviese más cerca del cielo la invitación es grande; pero si tiene más del pecado y del infierno, preferiría conocer el infierno, y también los suburbios del mismo, por el mapa de la palabra de Dios, que por ir allá. Y si tales niños al regresar no se vuelven los hijos confirmados del diablo, y comprueban que la rebelión es la calamidad de su país y de la iglesia, que agradezcan a la gracia especial, y no a sus padres o a sí mismos. Ellos sobrevaloran esa vanidad que llaman educación, que arriesgará la sustancia (aún la sabiduría, la santidad y la salvación celestiales) por ir tan lejos en pos de una sombra vana.
Directriz XVI. Enseñad a vuestros hijos a conocer lo precioso que es el tiempo, y no les toleres que malgasten una hora. Manténte a menudo hablándoles de cuán preciosa cosa es el tiempo, y de cuán corta es la vida del hombre, y cuán grande es su obra, y cómo nuestra vida duradera de gozo o de miseria dependen de esta pequeña porción de tiempo: háblales duramente del pecado de aquellos que malgastan su tiempo en juegos sin sentido; y mantén tu vigilancia en todas sus horas, y no les permitas que pierdan el tiempo por exceso de sueño, o exceso de juego o en cualquier otra forma; sino involúcrales en alguna ocupación que sea digna del empleo de su tiempo.

Entrena a tus hijos en una vida de diligencia y trabajo, y acostúmbrales no a la facilidad o a la holgazanería cuando estén jóvenes [3]. Nuestros vagabundos mendigos, y muchos de entre la clase acomodada, arruinan completamente a sus hijos por estos medios y especialmente el sexo femenino. A ellas usualmente no se les entrena en su llamado, ni son ejercitadas en un empleo, sino solamente en lo necesario para ornamentar y para la recreación, cuando mucho; y por lo tanto no debiesen tener sino solo horas de recreación, las cuales son solo una pequeña proporción de su tiempo. Así que, por el pecado de sus padres muy temprano en sus vidas están involucrados en una vida de holgazanería, la cual después es para ellos sumamente difícil de vencer; así son enseñados a vivir como el cerdo o la lombriz solitaria que viven solamente para vivir, y hacen muy poco bien en el mundo al vivir: levantarse, vestirse, adornarse, tomar un paseo, y luego al almuerzo, y después a las cartas o los dados, o a las charlas y pláticas vacías, o a algo de juego, o de visita, o a la recreación, y después a la cena, y a platicar otra vez, y a la cama. Esta es la lamentable vida de muchos que tienen grandes obligaciones para con Dios, y muchos más grandes asuntos que hacer, si se les informara cuáles son. Y si presentan algunas palabras de oración hipócritas y sin pasión piensan que han pasado el día piadosamente; sí, la salud de muchos está completamente arruinada, por tal educación holgazana y carnal. Así tal desuso de la vida les incapacita para el movimiento y el ejercicio, los cuales son necesarios para preservar su salud. 
Debiera mover nuestro corazón con lástima el ver cómo las casas de muchos de la más alta alcurnia son parecidos a hospitales; y la educación ha hecho, especialmente a las mujeres, como lisiadas, o enfermas o postradas en cama; de manera que una parte del día que debiese ser invertida en algún empleo beneficioso es pasado en cama, y el resto en hacer nada, o peor que nada; y la mayor parte de su vida se vuelve miserable por las enfermedades, de manera que si aún usan sus piernas para moverse de un lugar a otro se quedan sin respiración, y son una carga para sí mismos, y pocos de ellos viven poco más de la mitad de sus días. Además, pobres criaturas, si sus propios padres no les hubieran traicionado entregándolos a los pecados de Sodoma, el orgullo, la hartura de pan, la abundancia de pereza, ellos podrían haber estado llenos de salud, y vivido como personas Cristianas honestas, y sus piernas y brazos les pudieran haber servido para el uso, lo mismo que para la integridad y el ornamento.

Directriz XVII. Que la corrección necesaria sea usada con discreción, de acuerdo a las siguientes normas:
1. Que no sea tan irregular (si es necesario) como para dejarles sin temor, y así hacer de la corrección algo sin efecto; y que no sea tan frecuente como para desalentarlos, o producir en ellos un odio por sus padres. 

2.Que sea diferenciado acorde con los diferentes temperamentos de vuestros hijos; algunos son tan tiernos y apocados, y muy aptos para ser desalentados, que muy poca o ninguna corrección puede ser lo mejor; y algunos son tan endurecidos y obstinados que debe haber mucha y bastante aguda que los aleje de la disolución y el desacato.

3.Que sea más por razón del pecado contra Dios (como el mentir, engañar con las palabras, hablar sucio, profanidad, etc.) que por faltas relacionadas con tus asuntos mundanos. 
4.Corrígeles no con tus pasiones encendidas, pero permanece hasta que perciban que estás calmado; porque de lo contrario pensarán que tu ira, más bien que tu razón, es la causa de la corrección. 

5.Siempre muéstrales la ternura de tu amor, y cuán poco dispuesto estás a corregirles si es que se pudiera reformarlos de una manera más fácil; y convénceles de que lo haces para su bien.

6.Haz que lean aquellos textos de la Escritura que condenan sus pecados, y luego aquellos que te ordenan a ti que les corrijas. Como por ejemplo, si el mentir fuera el pecado, vuélvelos primero a Proverbios. 12:22, "Los labios mentirosos son abominables para Jehová, pero le complacen quienes actúan con verdad". Y Proverbios 13:5, "El justo aborrece la palabra mentirosa". Juan 8:44, "Vosotros sois de vuestro padre el diablo... Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira". Apocalipsis 22:15, "Mas los perros estarán fuera... y todo aquel que ama y hace mentira". Y luego dirígelo hacia Proverbios 13:24, "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige". Proverbios 29:15, "La vara y la corrección dan sabiduría; Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre". Proverbios 22:15, "La necedad está ligada en el corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección la alejará de él". Proverbios 23:13, 14, "No rehúses corregir al muchacho; Porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, Y librarás su alma del Seol". Proverbios 19:18, "Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; Mas no se apresure tu alma para destruirlo". Pregúntale si preferiría que le descuidaras y así él continuara desobedeciendo a Dios, o si preferiría que le odiaras y destruyeras su alma. Y cuando su razón sea convencida de la sensatez de corregirle entonces ésta será mucho más exitosa.

Directriz XVIII. Que tu propio ejemplo enseñe a tus hijos que la santidad y la vida centrada en lo celestial, y la pureza e inocencia de la vida y de la lengua, es lo que tú deseas para ellos, tanto que lo aprendan como que lo practiquen. El ejemlo de los padres es más poderoso con los niños, tanto para el bien como para el mal. Si ellos te ven vivir en el temor de Dios esto hará mucho para persuadirlos de que este es el curso más necesario y excelente para la vida, y que ellos también deben hacer lo mismo; y si ven que vives una vida carnal, de excesos e impía, y te oyen maldecir o jurar, o hablar suciedades o con engaños, esto les estimulará tremendamente a imitarte. Si nunca les habláis del bien, pronto llegarán a creer más en vuestras malas vidas que en vuestras buenas obras.

Directriz XIX. Escoged tal llamado y curso de vida para tus niños, como el que se ocupa diligentemente de la salvación de sus almas, como el que es digno de su utilidad pública tanto para la iglesia como para el estado (N.T.: la vida civil). No escojas un llamado que sea más inclinado a las tentaciones y a los obstáculos para su salvación, aunque este llamado les haga ricos; sino un llamado que les permita algo de solaz para hacer memoria de las cosas con consecuencias eternas, y obtengan oportunidades para mejorar y para hacer el bien. Si tienen que laborar como aprendices, o como sirvientes, en cuanto sea posible, colócalos con hombres temerosos de Dios; y no con el tipo de gentes que les endurezcan en sus pecados.

Directriz XX. Cuando tengan edad de casarse, y lo encuentres necesario, ocúpate en facilitar para ellos amistades que les sean convenientes. Cuando los padres se quedan demasiado tiempo con ellos, y no realizan sus ocupaciones en esta área, sus hijos a menudo escogen por ellos mismos para su propia ruina; pues escogen no por juicio, sino por afectos ciegos.

Habiéndoles pues dicho las responsabilidades comunes de los padres para con sus hijos, paso ahora a decirles lo que pertenece particularmente a cada padre; pero para evitar redundancia solamente desearía que recordárais especialmente estas dos directrices:

1. Que la madre que aún esté presente cuando los hijos sean jóvenes que sea muy diligente en enseñarles e inculcar en sus pensamientos cosas buenas. Cuando los padres se encuentran lejos de casa, las madres tienen oportunidades más frecuentes para instruirles, y continuar hablándoles de aquello que es lo más necesario y de vigilar sobre ellos. Este es el servicio más grande que la mayoría de mujeres pueden hacer para Dios en el mundo: más de una iglesia que ha sido bendecida con un buen ministro puede agradecer la piadosa educación de las madres; y muchas de las miles de almas en los cielos pueden agradecer el cuidado santo y diligente de las madres, como el primer medio efectivo. De esta manera las buenas mujeres (por medio de la buena educación de sus hijos) son de manera ordinaria grandes bendiciones tanto para la iglesia como para el estado. (Y así algunos entienden I Timoteo 2:15, en la frase "engendrando hijos", significando educar hijos para Dios; pero yo más bien pienso que se refiere a María dando a luz al Cristo, la simiente prometida). 

2.Por todos los medios haced que los niños sean enseñados a leer, sea que seas demasiado pobre, estando dispuestos a hacer cualquier ajuste; de lo contrario los privas de una ayuda singular para su instrucción y salvación. Es sumamente lamentable que una Biblia pudiera llegar a significar algo más que una muesca a una criatura racional, como para llegar a leerla por sí mismos: y que tantos libros excelentes que hay en el mundo para ellos se encuentren como sellados o permanezcan totalmente insignificantes.
Pero si Dios no te concede hijos, y te ahorra todo este cuidado y labor, no te aflijas, sino muéstrate agradecido, pensando que esto es lo mejor para ti. Recuerda de cuánta cantidad de trabajo, y de dolores, y de congojas del corazón Él te ha liberado, y cuán pocos corren con éxito cuando los padres han hecho su mejor esfuerzo: qué vida de miseria es ésta a través de la cual los niños deben de pasar, y de cuán triste el temor de su pecado y su condenación hubiesen sido para ti.

No hay comentarios: