¿Puedo tomar el lugar de mi cónyuge?

“Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca. Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados.” Hebreos 10:24-26

El siguiente artículo fue tomado del libro: R. C. Sproul.  ¡Qué buena pregunta! Tyndale. 2010. pp. 273-274 (énfasis añadido):

Necesito saber cómo tratar con mi esposo no cristiano.  ¿Voy a la iglesia y lo dejo en casa?  ¿Qué explicación les doy a mis hijos?


Creo que el error que muchas mujeres cometen al estar en esta situación es que sienten como si de alguna manera Dios las hubiera llamado a ser la conciencia del marido, y terminan fastidiándolos.  Lo más significativo que puede hacer una mujer si su esposo no es cristiano es ser para él la esposa más piadosa que le resulte posible.

Conocí un muchacho adolescente que vino a mi estudio y anunció que había tomado para sí el rol de líder espiritual de la casa porque su padre no era cristiano.  Puesto que su padre había descuidado la responsabilidad de ser el sacerdote del hogar, este joven dijo que creía que el manto había caído sobre él. Le dije: "No, Dios no te llama a suplantar el rol de tu padre.  Si tu padre no hace lo que Dios le llama a hacer, no es una licencia para que tú tomes su lugar.  Dios te llamó a ser hijo, no padre."

Y de la misma manera, encuentro mujeres que dicen: "OK, mi esposo no está cumpliendo su deber, así que voy a ser esposa y esposo.  Voy a ser el sacerdote de la familia".  No creo que sea eso lo que Dios quiere que usted haga.  Lo que sí quiere es que sea una esposa piadosa.

La situación se vuelve particularmente difícil cuando el esposo dice: "No quiero que pierdas el tiempo yendo a la iglesia."  En este caso, usted tiene que lidiar con una lealtad dividida.  Usted está tratando de servir a dos señores, por así decirlo.  Dios la llama a someterse a la dirección de su esposo.  Algunos cristianos enseñan que la esposa debe obedecer a su marido sin importar lo que diga.  Permítame decir con énfasis que esa es una terrible distorsión de la enseñanza de la Escritura.  Ninguna mujer debe jamás obedecer a su esposo si él le ordena hacer algo que Dios claramente prohíbe.

Si su esposo (cristiano o no) le prohíbe hacer algo que Dios ordena, usted debe desobedecerlo.  Por ejemplo, ¿le ordena Dios a su pueblo estar en la iglesia?  La Escritura dice que no debemos abandonar la congregación de los santos.  Yo diría que eso significa que usted debe estar en la iglesia los domingos por la mañana, y si su esposo no se lo permite, usted tendrá que desobedecerlo con el fin de obedecer a Dios.  Sin embargo, eso no significa que Dios la llame a estar en la iglesia los siete días de la semana.  Lo que usted debe hacer, creo yo, es el mayor esfuerzo posible para asegurarse de no estar resistiendo a su marido en asuntos en los cuales Dios la ha dejado libre para apoyarlo.

Tomado de:

Reflexión:

Esposa: Si tu esposo no es el líder que debe ser, y no hace lo que Dios demanda de él, no es una licencia para que tomes su liderazgo, bien sea en el hogar, el ministerio, o en el trabajo, porque Dios te llamó a ser esposa, no esposo. Enfócate en ser una esposa que conozca cada vez más la palabra de Dios y la obedezca, sujétate a tu esposo en lo que no sea pecado y modela el evangelio. Ora por tu esposo sin cesar en todo tiempo y lugar.

Esposo: Si tu esposa no es la mujer piadosa que debe ser  y te impide ir a la iglesia, tú eres el líder espiritual de tu hogar y es tu obligación delante de Dios, crecer en conocimiento de Su Palabra, meditando en ella y asistiendo a la iglesia, para  poder enseñar a tu familia. Sé un líder amoroso  y da testimonio de lo que Dios está haciendo en tu vida, orando sin cesar en todo tiempo y lugar por ella.

“Estén siempre alegres oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.     1 Tesalonicenses 5:16-18

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