LA ENVIDIA

Definición: Disgusto o pesar por el bien o prosperidad de otro.

¿Soy envidioso?

¿Sientes rabia o malestar cuando alguien recibe lo que tú querías?
¿Te molesta que otras personas sean el centro de atención?
¿Te comparas con otros?
¿Deseas ser como otra persona que admiras?
¿Crees que el otro no se merece lo que tiene?
¿Compites con otros para superarlos?
¿Te molesta la prosperidad de otros?
¿Sientes rabia cuando tu cónyuge está feliz y tu estas triste?
¿Piensas que no es justo que el otro esté mejor que tú?
¿Mientes para parecer mejor ante los demás?
¿Compras cosas y te endeudas, para obtener lo que “mereces”?
Piensas ¿Por qué los malos prosperan?
Piensas ¿Por qué le va tan bien a aquella persona y a mí no me va igual?

La envidia es pecado

“Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual,… envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” Gálatas 5:19 

En todos los lugares donde estamos tenemos oportunidad para sentir envidia, en el trabajo, en la iglesia, con nuestros amigos. Deseamos su posición, su dinero, su belleza, su éxito, su poder, sus talentos, en fin, envidiamos todo lo que vemos en otros y deseamos para nosotros
Incendia todo alrededor

“Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas.” Santiago 3:16

Produce: crítica, desobediencia, robo, enfermedad, celos, codicia, traición, amargura, malas decisiones, desazón, rivalidad, rencor, ambición, odio, enojo, molestia, irritación, queja, traición y muerte. Un pecado detrás de otro al creernos merecedores de todo, dañando la relación con nuestro prójomo y trayendo amargura al corazón.

Incendia hogares

La envidia en el hogar surge cuando uno de los cónyuges desea el beneficio que el otro está experimentando en un momento de su vida y se compara: “tiene un mejor salario que yo y trabaja menos”, “todo le sale bien y no se lo merece”, “no entiendo porque a él y no a mí”, “Pero yo soy mejor”, “Quiero lo mismo para mí”. El envidioso no disfruta las cosas buenas que le suceden y esto acentúa una visión negativa acerca de su vida, sintiéndose una víctima.

¡Cuidado! La envidia destruye el amor. Cuando uno de los cónyuges no reconoce los éxitos, el esfuerzo o la inteligencia del otro, se vuelve crítico, receloso, compite por demostrar que es mejor, genera división y conflictos. “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso.” 1 Corintios 13:4
El cónyuge envidioso se olvida de uno de los privilegios de la unidad matrimonial: Los triunfos, los logros y las alegrías del uno también son las del otro. Una pareja que valora y celebra la prosperidad de cualquiera de los dos, crecerá en todas las áreas, aprovecharán todas las circunstancias para el bien común de la pareja y serán el equipo que Dios quiere.

La cura
“En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes… Vivíamos en la malicia y en la envidia... Pero cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo” Tito 3:3-6

Jesús vino a darnos la mejor noticia: Con Jesús ya no somos cautivos del pecado. Es por eso que cada vez que vengan pensamientos envidiosos a nuestra vida, podemos arrepentirnos delante de Dios y decirle al Espíritu Santo, que nos ayude a ser humildes para estar alegres con lo que tenemos y para amar de tal manera a nuestro prójimo (cónyuge), que podamos alegrarnos con sus alegrías y entristecernos con sus tristezas.

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