El corazón, un mal consejero

Sigue lo que dice tu corazón! ¿Ya has escuchado ese consejo? Yo sí, y de hecho muchas veces me lo he dado a mí mismo. Peor aún, podría decir que generalmente sigo ese consejo. Esa es la forma como vivimos hoy. El problema de seguir este consejo es que es un consejo que se opone a lo que la Escritura enseña. Esto es lo que llamo un “consejo satánico”. Este consejo nos hace mal. Coloca el fundamento de nuestras decisiones en arenas movedizas. Y, al final, nos lleva a tomar decisiones equivocadas.


Este consejo es dado cuando preguntamos acerca de lo que debemos hacer. Cuando se dice “¡Sigue lo que dice tu corazón!” en realidad se está diciendo “¡Haz lo que quieras!”. Cuando seguimos nuestro corazón nos colocamos a nosotros mismos como el criterio a seguir. Somos nosotros los que decimos qué es bueno y qué es malo. Asumimos la autoridad de Dios, el lugar de Dios, y, al final de cuentas, nos creemos Dios. Esto es idolatría.


Cuando se dice “¡Sigue lo que dice tu corazón!” en realidad se afirma que el hombre es independiente para tomar sus propias decisiones y que él puede elegir el criterio para hacer esa decisión. Generalmente este consejo viene junto con otro igual de diabólico: “lo que importa es que seas feliz”. Esto es así porque nuestra cultura piensa así. De forma individualista y hedonista. El hombre se transforma en el centro de su mundo y lo que le da sentido a ese mundo es su propia felicidad. Felicidad que se consigue por el cumplimiento de los propios deseos. “¡Sigue lo que dice tu corazón!” es un llamado a hacer lo que es bueno a los ojos de cada uno.

Jay E. Adams traza la raíz de este problema hasta la caída de Adán y Eva. Él dice que:
Fundamentalmente, el problema del primer pecado se reduce a esto: Adán y Eva optaron por la satisfacción del deseo más bien que por la obediencia a los mandamientos de Dios. El diablo hizo apelación al “deseo de los ojos, la codicia de la carne y el orgullo de la vida” (ver 1 Jn 2.16, con Gn 3.6). En contra de esto estaba el mandamiento de Dios: “no comereis.” Las opciones que les fueron dadas son las mismas con que nos enfrentamos ahora. Reflejan dos moralidades distintas, dos religiones antitéticas, y dos maneras distintas de vida. La una dice: “Viviré según los sentimientos.” La otra: “Viviré según lo que Dios dice.” (1984, p. 130)
La conclusión de Adams nos muestra la seriedad de lo que estamos aconsejando. Cuando le decimos a alguien que crea en lo que su corazón le dice lo estamos llevando a darle la espalda a Dios.
El aconsejar orientado hacia los sentimientos (y gran parte de la consejería comúnmente lo es), se halla en las manos de Satanás, el cual le ganó a primer hombre y a la primera mujer por medio del deseo. El animar a los aconsejados a seguir sus sentimientos antes que obedecer la Palabra de Dios es ponerse del lado de Satanás, solidificar el problema original, y dar lugar a las complicaciones que vienen luego del comportamiento pecaminoso. Es ponerse del lado del problema y sus causas más bien que del lado de la solución. (ADAMS, 1984, p. 132)
Cuando el hombre sigue su corazón no sólo abandona el consejo de Dios sino que coloca su fe en el peor lugar donde la puede colocar. La Escritura nos alerta muchas veces acerca de esto. Jeremías 17.9 dice que “Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?” Proverbios 28.26 afirma “El que confía en su propio corazón es un necio”.

Isaías 55:8 dice “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.” Cuando debemos tomar decisiones hay dos posibilidades: los malos pensamientos que provienen del corazón humano (Mt 15.19) o la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios (Rom 12.2).
En lugar de confiar en lo que el corazón nos dice, nuestros pensamientos, debemos buscar el consejo en los pensamientos de Dios.


Bibliografia: ADAMS, J. E. (1984). Manual del Consejero Cristiano. Barcelona: CLIE

http://reformadoreformandome.wordpress.com/2014/02/11/confiar-en-el-corazon-es-el-corazon-del-problema/

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