Una lección para las esposas


Conferencia para Matrimonios, Febrero 1, 2013
Medellín, Colombia

Tito 2: 3-5  Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.  Reina-Valera 1960

Este pasaje habla mucho acerca de la responsabilidad que una mujer Cristiana tiene de caminar— y vivir— la vida Cristiana.  Sin embargo, estudiaremos solamente el versículo tres, donde Pablo da una lección completa de lo que significa ser una dama Cristiana.

Es importante clarificar que, cuando Pablo usa la palabra anciana, realmente significa una mujer madura en la fe, y no una anciana.  El está hablando de una mujer calificada y capaz de compartir el evangelio a mujeres jóvenes en la fe, porque lo modela con su comportamiento y su conducta. 

La primera característica que Pablo indica es que una mujer Cristiana debe ser reverente. 

Reverencia al Santo y Trino Dios es una característica única de todo cristiano.  Esta reverencia al Santo Dios nos ha sido dada por El Espíritu Santo en el momento de nuestra conversión, y es enfocada en la presencia del Señor Jesucristo en nosotros.

La reverencia por el Santo Dios es resultado de un temor hacia el Señor.  Proverbios 1: 7 dice: El principio de la sabiduría es el temor de Jehova.  Este temor significa reverencia al Señor, no significa miedo a Él.  Significa recordar que Él es Santo, Santo, Santo cuya característica pertenece sólo a Él, y es demostrada con Su justicia.  Ser reverente, entonces, es temer al Señor con amor, admiración, y confianza que representa un santo temor.

Como cristianos, deberemos vivir diariamente en un temor santo, sin miedo, y con la ayuda del Espíritu Santo, obedeciendo cada palabra que sale de la boca de Dios.

Note como Pablo nos introduce dentro de tres áreas de reverencia por El Señor:
1. Nuestro comportamiento
2. Nuestra manera de hablar
3. Nuestros deseos.

Consideremos primero la reverencia en nuestro comportamiento.

Nuestra conducta ser reflejada primeramente en nuestra actitud, en nuestras relaciones con otros en la zona, la comunidad, y  la iglesia. Debemos tratar a nuestros esposos, familia, amigos, y compañeros de trabajo con respeto y honor.  En cuando depende en nosotros deberemos estar en paz con todos. (Romanos 12) 

¿Cómo trataremos pues a alguien que no nos quiere o nos hace daño?  Dios nos ordenó amar a nuestros enemigos.
Debemos participar con alegría en la vida de la iglesia, y aceptar nuestro papel de mujer en la iglesia, y asegurarnos que nadie ni nosotras mismas embarremos o dañemos el vestido de la esposa de Cristo.

Cuando algo en nuestro día nos causa irritación, es natural sentirse incomoda, ansiosa, y airada.  Sin embargo, nuestra cara y nuestra actitud debe reflejar que somos princesas, hijas del Rey de Reyes, y pensar que esas cosas mundanas y pasajeras, son volátiles, pero nuestra realeza como princesas será para siempre en la corte del Nuestro Padre: ¡El Rey!

Debemos caminar nuestra vida Cristiana con reverencia a nuestros esposos, participando en nuestros devocionales familiares con entusiasmo y alegría, siendo transparentes con nuestros esposos al compartir nuestros sentimientos y nuestros pensamientos más íntimos del Corazón.  De esta manera, ellos podrán protegernos en una forma más efectiva.  Debemos trabajar juntos—como sus  ayudantes—en su liderato con relación a la crianza de nuestros hijos, sin contradecirnos mutuamente delante de ellos.  Es importante hacer su liderazgo, gozoso, y fácil.  Nuestros esposos sonreirán cuando nos vean, no solamente leyendo la Biblia, sino poniendo en práctica lo que la Biblia nos comanda hacer. Nuestro comportamiento reverente con nuestros esposos debe ser evidente en el mundo y en la iglesia, y un ejemplo vivo para nuestros hijos. 

Nuestra modestia en vestir refleja esta reverencia.  Cuando salimos de nuestros hogares, podemos observar en el espejo si nuestro vestido realmente le dice al mundo que somos Hijas de Dios, o ¿Es un reflejo más de las hijas del mundo y las hijas de Satanás?

El vestido de la mujer cristiana debe ser modesto que cubra las curvas que Dios nos dio para hacerlas apetitosas solamente para la felicidad de nuestros esposos.  Está bien vestir sexy y usar ropa sensual—pero solamente para nuestros esposos. 

Debemos tener cuidado personal de nosotras, porque somos el Templo del Espíritu Santo, y somos los juguetes de nuestros esposos.  Debemos darles motivo a nuestros esposos para que nos deseen.  Es mejor que nuestros esposos se complazcan con nuestra belleza, cariño, ternura, amor, y atención en lugar de que nos remplacen por sucios revistas o pornografía que Satanás a derramado abundantemente en los computadores.  Oh, ¡si ellos supieran como esas cosas nos hacen sentir defraudadas, traicionadas, humilladas, sucias y tristes!

Segundo, consideremos nuestras palabras y conversaciones. 

Pablo nos dice que no seamos chismosas.  No podemos matar a los demás, rompiendo su honor, y diciendo algo que no es verdad.  Y aunque fuera verdad, el amor y el silencio cubre la multitud de sus pecados. No podemos glorificar a Dios con la misma boca con que criticamos y hablamos mal del nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Cuando oramos por otros, tengamos cuidado de no compartir con otros sus intimidades o asuntos delicados, porque nuestro deseo de oración por ellos se convierte en chisme, y chisme, pecaminoso.

Nunca debemos quejarnos de nuestros pastores.  Hebreos 13:7 y 17.  Ni criticar el Cuerpo de Cristo que es la iglesia y en especial a la bella congregación local en donde asistimos.

Pero, sobre todo, nunca, nunca, nunca, debemos de hablar mal de nuestros esposos, con nadie. Si tenemos un argumento, o una pequeña pelea, no corramos al teléfono a llamar al nuestras amigas, familiares, o a nuestros padres. 
Apelemos al Santo Dios, que es El Jefe de nuestros esposos.  Él les indicara el camino  para protegernos o establecerá disciplina sobre ellos.  Nuestra reverencia nos llevará a sumisión.  Cuando los dos solucionamos el problema en nuestra intimidad, nuestros padres y nuestras amigas serán enemigos de nuestros esposos por nuestra culpa.   Sin embargo, en casos de serios abusos, y peligro, las esposas deben acudir al autoridad que Dios le dio a la iglesia.

Tercero, debemos ser reverentes con nuestros deseos de poseer  cosas que realmente no necesitamos, y que el mundo nos ofrece para hacernos esclavas. 

Muchas posesiones terminan poseyéndonos a nosotras.  Un pasatiempo favorito de las damas es ir de compras.  Nos gusta mirar cosas bonitas.  Y esto no es necesariamente malo cuando lo hacemos en moderación.  En efecto, una gran satisfacción es admirar las cosas bonitas en los bellos centros comerciales. Para nosotras, mirar y admirar cosas bonitas, es ir de compras.

El vino que menciona Pablo en este versículo ser refiere al abuso, no solamente de vino, sino, de las cosas mundanas que a la larga, nos distrae de nuestra devociones, de nuestros compromisos con la iglesia, de nuestra vida Cristiana en el hogar, de nuestro compromiso con Dios—en nuestros diezmos y ofrendas, y nos hace esclavas de aparentar ante las otras gentes, y nos lleva a deshonrar a Dios.

Cuando tenemos un matrimonio solido, anclado en Cristo, obediente a la palabra de Dios, y activamente participantes en la iglesia, es
más fácil desconectarnos del mundo, de la carne, y del demonio.  Para resumir, esta breve lección, Pablo nos manda tener dominio propio en estas tres áreas de nuestra vida: conducta, palabras, y deseos. 

En reverencia a Dios y a nuestros esposos, debemos caminar humildemente en nuestra vida diaria.  Dios nos manda ser sumisas a nuestros esposos, deseando complacerlos más a ellos, que a nosotras mismas.  Debemos orar diariamente, que Dios les dé el poder de ser fieles, y de ejercer el liderato que el predestinó  para ellos desde antes de la fundación del mundo. 

Amadas hermanas y amigas, no es difícil ser una mujer como la que describe Tito 2:3  cuando amamos al nuestros esposos con ternura, respeto, sumisión, lo mismo que la iglesia se somete a Cristo.

Soli Deo Gloria!

Mimi Acosta



1 comentario:

Sex Shop dijo...

Muy buenoooo!!!!!!!!