Durante una charla en mi iglesia sobre la pureza sexual, le comenté a los padres que si ellos permiten que sus hijos tengan acceso a la Internet en la intimidad de sus habitaciones, sería igual que comprarles miles de revistas pornográficas y guardarlas en los armarios de sus hijos para luego decir: "Jamás mires ahí". Es básicamente lo mismo.
Después de este mensaje, una madre y sincera cristiana se acercó a mí. Ella se sentía ofendida por mi advertencia a los padres de no permitir que sus hijos tengan acceso sin control o restricciones al Internet. "No puedo creer que haya dicho eso", comenzó. "Mi hijo tiene acceso a la Internet en su habitación, y ¡confío en él! Es un buen chico".
Yo le dije: "Yo fui un chico de séptimo grado. Te voy a decir ahora mismo, tú crees que estás honrando a tu hijo confiando en él, pero lo estás preparando para una caída. Le puedes entregar un arma de fuego, y es probable que su vida resulte mejor que si lo entregaras a la Internet así".
Si esto te parece una exageración, simplemente no entiendes los efectos devastadores de la pornografía. A pesar de que sería irresponsable simplemente entregar un arma de fuego a tu hijo, muchos niños no la tocarían por miedo a hacerse daño a sí mismos o a otros. Pero la gran mayoría de los que tienen acceso a la pornografía la va a ver, y muchos de ellos se convertirán en adictos, arruinando sus vidas y en muchos casos arruinando sus futuros matrimonios.