La trampa del orgullo


En los últimos tiempos, nuestra cultura ha influenciado por todos los medios elevar nuestro “orgullo” bajo el nombre de “autoestima”, ambas palabras significan lo mismo: tener un concepto inflado de nosotros mismos.

El orgullo se viste de gala camuflándose en el disfraz de lo que los sicólogos llaman autoestima, cuya esencia es “Exaltar nuestras cosas buenas y minimizar nuestras cosas malas”.  Pero como siempre, la Biblia nos hace volver al punto de equilibrio, contrastando la verdad con lo que dice la mayoría y el tema de la autoestima no es la excepción.

El  orgullo se manifiesta principalmente en: La forma como pensamos de nosotros mismos y la forma como nos relacionamos con los demás.

El orgullo en la apreciación de nosotros mismos
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” Romanos 12:3

El orgullo nos impide ver cuán pobres son nuestras obras buenas. Si pudiéramos quitar el orgullo de nuestro corazón, podríamos ver que nuestras buenas acciones no son tan buenas ni tan grandiosas como nuestro orgullo las hace parecer. El orgullo es un enemigo que nos oculta nuestra triste realidad:

-        Impide ver nuestros pecados ocultos, para retrasar nuestra santidad.
-        Infla nuestra bondad y reduce nuestra maldad, para poder juzgar a otros.
-        Disfraza nuestros fracasos y debilidades, para hacernos ver como víctimas de los demás.
-        Exagera nuestros pobres triunfos, para que busquemos los aplausos.
-        Se jacta de nuestra sabiduría, para retardar nuestro conocimiento.
-        Miente al hacernos  creer que siempre tenemos la razón y le da dificultad pedir perdón.
-        Nos engaña al hacernos ver como más importantes y mejores que los otros, buscando todo merecimiento.
-        Enmascara nuestra perversidad con hipocresía, para cuidar nuestra reputación.


La Declaración de Danvers: Masculinidad y feminidad bíblica


Concilio para la Masculinidad y Feminidad Biblica
La "Declaración de Danvers" resume la necesidad para el Concilio para la Masculinidad y Feminidad Bíblica (CBMW) y sirve como un repaso de nuestras creencias principales.  Esta declaración fue preparada por varios líderes evangélicos en una reunión de CBMW en Danvers, Massachusets, [EE.UU.] en Diciembre de 1987.  Fue publicado por primera vez en su forma final por el CBMW en Wheaton, Illinois en Noviembre de 1988.  

Nuestra Razón

Nosotros hemos sido impulsados en nuestro propósito por los siguientes desarrollos contemporáneos los cuales observamos con profunda preocupación:

1.   La extensa incertidumbre y confusión en nuestra cultura respecto a las diferencias complentarias entre la masculinidad y la feminidad;  

2.     Los trágicos efectos de esta confusión en el desgarramiento de los hilos del matrimonio  tejidos por Dios tomando la bella y diversa fibra de la masculinidad y la feminidad;
3.  El aumento en la promoción dada al igualitarismo feminista con las distorsiones que le acompañan o la negligencia hacia la agradable armonía retratada en la Escritura entre el liderazgo amoroso y humilde de maridos redimidos y el apoyo inteligente y voluntario a ese liderazgo por esposas redimidas;
 
4.  La extensa ambivalencia con respecto  al rol de madre, el quehacer del hogar, y los muchos ministerios históricamente realizados por las mujeres;  

5.  La creciente reclamación de legitimidad para las relaciones sexuales, las cuales han sido consideradas, Bíblica e históricamente, ilícitas o perversas, y el aumento en la presentación pornográfica de la sexualidad humana; 

6.     El surgimiento de un aumento de abuso físico y emocional en la familia;