Como ve Dios el aborto II

 


Joel Beeke

~Dios declara su juicio sobre los asesinos de los niños en el vientre materno.

 El Señor tiene una compasión especial para con los débiles cuando son oprimidos por aquellos que son más poderosos que ellos, ya sea el extranjero, la viuda o el huérfano. Amenaza a los opresores con su furor (Éx. 22:21-27). Nadie es más vulnerable que el niño en el vientre. 

Por esta razón, Dios incluyó esta ley en su legislación para Israel: “Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare,  pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida” (Éx. 21:22-23). 

Las palabras “y ésta abortare” significan literalmente “si su descendencia sale de ella”. La ley contempla un caso en el que una mujer embarazada sufre un daño por accidente por una pelea entre dos hombres, con el resultado de que ésta sufre un aborto espontáneo. 

Si Dios decretó que se castigará un aborto provocado accidentalmente, ¿cuánto más castigará un aborto intencional?

Dios aborrece todos los crímenes en contra de la mujer, pero la violencia en contra de la mujer embarazada provoca a Dios de forma especial para castigar a la nación que es culpable de tal crimen (Am. 1:13). 

Esto no justifica los actos de venganza personal y de violencia en contra de los que facilitan el aborto, pero sí es una advertencia para nuestra nación de que, si no protegemos a los inocentes, entonces Dios nos tratará con severidad. 

El senador Jesse Helms escribió: “El nivel más alto de la cultura moral es aquel en el que las personas que constituyen una nación reconocen y protegen la inviolabilidad de la vida humana inocente… Las grandes naciones desaparecen cuando cesan de vivir según los grandes principios que les brindaron la visión y la fortaleza para superar la tiranía y la degradación humana… No hay nación que pueda permanecer libre y ejercer liderazgo moral después de haber adoptado la doctrina de la muerte”. 

~Dios llama a los pecadores al arrepentimiento para el perdón de pecados. Cuando declaramos las proclamaciones de Dios en contra del aborto, somos muy conscientes de que todos hemos pecado de muchas formas (Ro. 3:23). Hablamos como pecadores que han encontrado misericordia en Dios, que invitan a otros pecadores para que encuentren la misma misericordia en Él. Para este propósito, Dios mandó a Cristo para morir por pecadores y a resucitar de entre los muertos: 

“A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hch. 5:31).

En Jesucristo, existe la promesa de perdón para todos los que acuden a Él; pero esa promesa viene acompañada del mandato al arrepentimiento (Lc. 24:47). El arrepentimiento es el don de Dios para la salvación de un pecador por el cual el pecador, con un sentido de la maldad de su pecado y de la bondad de la misericordia de Dios en Cristo, se vuelve del pecado a Dios con dolor y odio por su pecado, con la intención plena de obedecer a Dios, por medio de su ayuda misericordiosa. 

Quizás has sido cómplice en un aborto: Puedes ser un padre que promovió la muerte de su hijo, una madre que se rindió ante las herramientas de la muerte, un doctor o una enfermera que ha realizado la operación, un defensor del aborto que se expresa fuertemente a su favor por medio de la política o, sencillamente, un ciudadano silente que ha permitido que millones de niños mueran sin protesta. Si este es el caso, entonces eres culpable del derramamiento de sangre en contra de la imagen de Dios. 

Pero el Señor Jesucristo te [llama]: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Is. 1:18). Él te extiende su mano, que fue traspasada por clavos, y te llama a “venir” a Él, su promesa es la siguiente: 

“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Is. 55:1, 7).

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