El culto familiar

Publicado por Chapel Library 2603 West Wright St. Pensacola, Florida 32505 USA

A.W. Pink (1886-1952)

Existen algunas ordenanzas exteriores y medios de gracia exteriores claramente implícitos en la Palabra de Dios, pero en la práctica tenemos pocos, si acaso algunos, preceptos claros y positivos; más bien nos limitamos a recogerlos del ejemplo de hombres santos y de diversas circunstancias secundarias. Se logra un fin importante por este medio; es así que se prueba el estado de nuestro corazón. Sirve para hacer evidente si los cristianos descuidan un deber claramente implícito por el hecho de no poder cumplirlo. Así, se descubre más del verdadero estado de nuestra mente, y se hace manifiesto si tenemos o no un amor ardiente por Dios y por servirle. Esto se aplica tanto a la adoración pública como a la familiar. No obstante, no es difícil dar pruebas de la obligación de ser devotos en el hogar.

Considere primero el ejemplo de Abraham, el padre de los fieles y el amigo de Dios. Fue por su devoción a Dios en su hogar que recibió la bendición de: “Porque yo lo he conocido, sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio” (Génesis 18:19). El patriarca es elogiado aquí por instruir a sus hijos y siervos en el más importante de los deberes, “el Camino del Señor” –la verdad acerca de su gloriosa persona, su derecho indiscutible sobre nosotros, lo que requiere de nosotros. Note bien las palabras “que mandará”, es decir que usaría la autoridad que Dios le había dado como padre y cabeza de su hogar, para hacer cumplir en él los deberes relacionados con la devoción a Dios. Abraham también oraba a la vez que enseñaba a su familia: dondequiera que levantaba su tienda, edificaba “allí un altar a Jehová” (Génesis 12:7; 13:4). Ahora bien, mis lectores, preguntémonos: ¿Somos “simiente de Abraham” (Gálatas 3:29) si no “hacéis las obras de Abraham” (Juan 8:39) y descuidamos el serio deber del culto familiar? El ejemplo de otros hombres santos es similar al de Abraham. Considere la devoción que refleja la determinación de Josué quien declaró a Israel: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15). No dejó que la posición exaltada que ocupaba ni las obligaciones públicas que lo presionaban, lo distrajeran de procurar el bienestar de su familia.