Estando en una situación
extremadamente crítica, Job clamó a Dios… Su primera oración no fue: ¡Ah! Que
sea sanado de la enfermedad que ahora afecta cada parte de mi cuerpo," ni
siquiera: "Que pueda ver que mis hijos son devueltos de las fauces del
sepulcro y que me sean devueltos mis bienes de manos de los saqueadores,"
sino que el grito primero y supremo es: "¡Oh que supiera dónde encontrar a
Aquel que es mi Dios! Que pueda llegar ante su trono." Cuando arrecia la
tempestad, los hijos de Dios corren a casa. Es un instinto celestial de un alma
en gracia el buscar refugio de todos sus males bajo las alas de Jehová...