… La amonestación a las esposas es simple, cubriendo solo tres
versículos: “Las mujeres estén sometidas
a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer,
así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo.
Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben
estarlo a sus maridos en todo” (Efes. 5:22-24).
Varias ideas clave en ese texto vale la pena señalar de
inmediato:
En primer lugar, la palabra traducida como “sometidas” en
realidad no aparecen en el texto griego del versículo 22. La idea se entiende
claramente, sin embargo, desde el mandato del versículo 21, el cual instruye a
todos los creyentes a someternos unos a otros. Recuerde que a las esposas no
las está señalando y consignando a un estatus de segunda clase. Hay un sentido
en el que todos en la familia deberán someterse a todos los demás. El
versículo 22 comienza simplemente una explicación práctica de cómo las mujeres
deben demostrar su sumisión.
En segundo lugar, observe que Pablo comenzaba y terminaba esta
breve sección, indicando que las esposas deben someterse a: “a sus
propios maridos” (v. 24). Las mujeres como grupo no se hacen siervas de los
hombres en general, y los hombres no son automáticamente elevados a una clase
dominante sobre todas las mujeres. Pero la Escritura llama a cada mujer en
particular, a someterse a la dirección de su propio esposo. En otras palabras,
la propia familia es el ámbito principal en el que una mujer de Dios ha de
cultivar y demostrar la actitud de humildad, servicio y sacrificio que se le
pide en el versículo 21.