EJERCITÁNDONOS EN EL PERDÓN


Perdonar es renunciar al derecho de castigar al culpable. Es olvidar el sufrimiento y tratar al otro mejor de lo que se merece, sin pedirle nada a cambio. Es un regalo de amor que se elige dar al ofensor.

En el matrimonio, donde la convivencia de la vida diaria produce roces, malentendidos, desacuerdos, frustraciones y enojos, es necesario ejercitarse en conceder y pedir perdón.

¿Por qué perdonar?

El perdón es una orden de Dios. Así como fuimos perdonados por El, a través del sacrificio de Su Hijo Jesucristo, también debemos hacerlo nosotros. Perdonar no es una debilidad, no es falta de dignidad; es un acto de misericordia, donde los mayores beneficiados somos nosotros, porque al perdonar evitamos que crezca en nuestro corazón amargura, ira, rencor, resentimiento y venganza, sentimientos que traen sufrimiento, dolor y quitan el gozo de vivir.

"Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:31-32