NO, GRACIAS... YA TENGO UNA

Cuando una pareja se casa deja su hogar paterno para formar uno nuevo, con la esperanza de ser mejores esposos y padres. Con esta buena intención algunos matrimonios caen en formas erradas en el trato a su cónyuge: se sienten instintivamente padre o madre.
En su afán de proteger y cuidar al otro, confunden el papel de esposos, convirtiéndose en la madre o el padre que reclama el derecho a ordenar, disciplinar y ser obedecido.
Lo que menos quiere un esposo, es una nueva mamá que le este diciendo todo el tiempo, con frases repetitivas, qué debe y cómo lo debe hacer. Sin alcanzar cambiarlo, sino ofuscarlo.
Una esposa no busca el reemplazo de un padre que no confía en sus decisiones, imaginando que es incapaz de hacer las cosas por si misma, subestimando sus capacidades.